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MI HISTORIA

Mi nombre es María Sol Castillo, aunque me gusta presentarme aquí como Sol, la versión más genuina de mí.

 

Mi historia con el arte arranca desde chica, me consideraba una criatura de expresión, y en lo que a mí respecta, el arte es un canal de comunicación inmediato desde la semilla más profunda de nosotros, la más genuina, y es justamente la que fui de niña donde estaba libre de estructuras y a la cual siempre voy a proteger. A lo largo de los años los canales han tomado distintos medios, lo primero desde niña fue la expresión corporal, artes dramáticas, baile y canto, talleres de literatura, muchas horas de lectura y sobre todo a temprana edad mi sensibilidad me llevaba a la introspección, y el arte en todas sus manifestaciones fue la mejor herramienta. Siempre le dije que si a mi curiosidad, y ese me llevó a la pintura.

A los 18 por cultura familiar, empecé la carrera de Abogacía, y en los últimos años, el deseo de terminar la carrera y a su vez formar parte de proyectos teatrales con las horas de trabajo que conllevan, me llevó a pausar el mismo en mis últimas materias sin saber que quizá esa decisión me hizo encontrar con otro canal creativo: la pintura. Permanecer en contacto con alguna clase de actividad artística en mi caso era vital aunque sea por unos instantes en la semana. Cualquier movimiento es mejor que la inercia.

Fui al taller de Sebastián Pinciroli, sin saber que el destino me iba a encontrar con un genio y semillero de artistas, como dice él, yo solo agrego combustible al fuego que ya está en vos. Y así arrancó esta historia, experimentar desde lo lúdico y libre de presiones de éxito ni de aplausos, simplemente un lugar donde protegía mi creatividad. 

En mi primera clase busqué inspiraciones de todo lo que me era un disparador de inspiración: el teatro, el movimiento y lo exótico de la naturaleza. A medida de que empecé a pintar  me di cuenta que el ingrediente fundamental eran mis emociones, en cada cuadro se veían de colores diferentes. Mediante acrílico y lienzo, encontré una forma de abarcar lo inabarcable de mis emociones: el arte abstracto. Digo, inabarcable porque va más allá de una imagen concreta y es imposible de asignarle un solo significado, cada vez que aprecias una obra podes encontrarle uno diferente, el que más te resuene, dentro de lo subjetivo que es el arte, ahí es donde se conecta el artista y el espectador.

 

La historia resonó en las miradas de mis redes sociales, y así, sin buscarlo, los encargos y los interesados empezaron a asomarse, en una demanda que mis dos manos se encontraron en un hermoso apriete. Esa demanda comenzó a vislumbrar la posibilidad de dedicarme a una nueva pasión, la cual fue imprescindible para darle mi constancia y empuje, que desembocó en esta gran historia de amor.

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